La
noción de paridad nace políticamente en Europa. La expresión “democracia
paritaria” se lanza en un coloquio organizado en 1989 en Estrasburgo por el
Consejo de Europa en el que la igualdad entre hombres y mujeres se plantea como
una cuestión política. Pero fue en 1992 cuando la paridad queda fijada. A
petición de la Comisión de las Comunidades Europeas, tuvo lugar el 3 de
noviembre de 1992, en Atenas, la primera cumbre europea “Mujeres al poder”
compuesta por mujeres ministras o ex ministras del ámbito europeo.
Las
participantes denunciaron el déficit democrático existente y proclamaron la
necesidad de conseguir un reparto equilibrado de los poderes públicos y
políticos entre hombres y mujeres. En esta primera cumbre se firmó la
denominada “Declaración de Atenas”. En ella se constata que la igualdad formal
y real entre las mujeres y los hombres es un derecho fundamental del ser
humano, que las mujeres representan más de la mitad de la población y que la
democracia exige la paridad en la representación y en la administración de las
naciones.
Las
firmantes aseguran que “constatan un déficit democrático” y que por lo tanto,
piden la igualdad de participación de las mujeres y de los hombres en la toma de
decisión pública y política. La paridad quedó fijada en un 60%-40% en el
sentido de que ninguno de los dos sexos quedase por encima o debajo de esos
porcentajes.