Indago en Internet, entre otras, en las publicaciones de “Muy Interesante” y Radialistas”, en la etimología de la palabra MUJER. Alguno de los párrafos que redacto sobre el origen de las palabras son copia literal de dichas publicaciones. No se conoce realmente la procedencia de la palabra ni se han podido encontrar sus raíces indoeuropeas (de la que proceden la mayoría de los idiomas de Europa y Asia y sus derivados) hasta el griego o el latín.
Busco la etimología de la palabra HOMBRE. Proviene del latín homo, hominis. El término deriva a su vez de hominem (el ser humano), por lo que la palabra aquí no es sexuada sino genérica. Pero también homo, hominis nos lleva a humus (la tierra, el polvo, el barro), que demuestra el carácter finito del hombre (ser humano). Humus tiene su cuota en la palabra humildad.
Entonces entre humildad y polvo, barro y tierra hay una especie de esencia del hombre, que al no ser asexuada engloba al hombre y la mujer. Por lo que nuestra consideración originaria de hombre y mujer, como ser humano, nos otorga una igualdad primaria.
Sigo mi búsqueda sobre MUJER. Para explicar su origen, se suele recurrir a las semejanzas fonéticas (sonidos similares) o semánticas (se asocia a un grupo de palabras cuyo significado es considerado próximo). Dicho hecho provoca que la explicación obtenida se vea fuertemente influenciada por creencias populares que acaban por distorsionar el término, que en este caso cuenta con un origen epistemológico popular. En el caso de ‘mujer’, esta palabra se asocia con el término latino ‘mulier’ y este se relaciona en algunos textos con el adjetivo ‘mollis’, que significa “blando o aguado” y cuya raíz encontramos en otras palabras como ‘mullido’ y ‘molusco’. Y, así es como se perpetúa la concepción de las mujeres como el “sexo débil”, cuya existencia ya desde la antigüedad se supeditaba a los deseos del padre, hermanos o marido (Imperio Romano), prejuicios que se fueron potenciando y consolidando, en gran parte, a la expansión y cada vez mayor influencia de la religión católica.
Así durante la Edad Media, la Iglesia decidió convertir a la figura femenina en responsable de los pecados y las desgracias que sucedían en el mundo a través de la figura de Eva, quien había sucumbido a la tentación del diablo y había mordido la manzana del árbol del conocimiento. Pervertidoras, insaciables, causa de la desgracia de los hombres, instrumentos del demonio y muchas linduras más es lo que de las mujeres se decía en Malleus Maleficare (Mazo de las brujas), un tenebroso libro que se publicó en Alemania a fines del Siglo XV. Por ello, el origen etimológico del término ‘femenina’ o ‘fémina’ fue malinterpretado premeditadamente para que su significado se acercara más a “menos fe” que a “fecundidad” o “feliz”. Fémina tiene origen en la antigua raíz indoeuropea *dhei (fei), que guarda el concepto de ´amamantar´, acción que justo corresponde a las féminas, literalmente, ´las que amamantan´, aunque según Alberto Fernández Mateo fémina proviene de femur-oris (fémur, muslo), que era la parte de la anatomía de la mujer que más atraía al varón romano.
Respecto al HOMBRE, en la lengua latina se distinguían las palabras hominis y hominem de la palabra vir, ‘el varón’. De vir (varón) partió entonces una serie de palabras que atañen sólo a los hombres (en el sentido de varón en la lengua latina) como virilidad, viril. Pero al mismo tiempo varón, también deriva, además del antiguo vir, del latín varonis (fuerte, esforzado). Lo que explica la atávica conducta inculcada a los hombres varones de que no se debe llorar, no se debe demostrar debilidad, sentimentalismo, sino, por el contrario, fortaleza, agresividad, poder, dureza.
Hay otras palabras que proceden de la misma raíz, como ´fecundo´, del latín fecundus, en alusión a la característica femenina de ´generar vida´, aplicándose después a la tierra fértil y por metáfora, a cualquier capacidad de creación. No en vano, la palabra ´feliz´ viene del latín felix que, en origen, significaba ´fecunda, fértil´. Así se generó un atributo exclusivo de las damas que ligaba la fertilidad con un sentimiento de bienestar que luego se llamó felicidad. Fue mucho después cuando este estado de ánimo se democratizó (la primera vez que se definió la democracia fue con la expresión: “Kath hedonai – vivir como se quiera”, en la vieja “Oración fúnebre” que pronunciara Pericles ante los caídos en las guerras del Peloponeso), y pasó a significar cualquier tipo de contentura, ya sin depender de la fecundidad y aplicado sin distinción de género. Así que fémina, fue una palabra que nació cuando la felicidad y el valor de una mujer se hicieron depender popularmente de su fecundidad.
Investigo sobre si existen civilizaciones gobernadas por mujeres. En la historia descubro Escitia, el país donde mandaban las mujeres. La ginecocracia, el gobierno de ellas, existió en algunas culturas y alimentó docenas de leyendas que nos han llegado a través de la cultura griega. Actualmente existen evidencias de que las “mujeres amazonas”, las guerreras, existieron.
Me fijo en el trabajo de la antropóloga Ana Boyé y descubro que actualmente existen siete lugares en el mundo dónde gobiernan las mujeres. Destaco tres que se describen:
Los Minangkabau de Sumatra que encarnan una sociedad matriarcal en medio del mundo islámico. Al Oeste de la isla viven cuatro millones de personas cuyo linaje lleva nombre de mujer y el acuerdo entre sexos conforma su esencia. La herencia de sus antepasados la reciben las mujeres como símbolo de respeto. Ellas son las encargadas de transmitir el Adat, nombre que reciben sus tradiciones ancestrales, y de reunirse una vez al mes con la Bundo Kanduang, un cargo político que lleva la unidad y el consenso a las familias de la comunidad.
Los Mosuo entre China y el Tíbet son el ejemplo más conocido de sociedad matriarcal. Viven con sus familias en grandes casas alrededor del Lago Lugu donde la propiedad recae en la madre. Las mujeres se encargan de las finanzas y de criar y dar el apellido a sus hijos. A los hombres se les relegan las decisiones políticas. Para las mosou no existe el concepto de matrimonio por lo que practican las «visitas de amor». Los amantes no viven bajo el mismo techo y la paternidad poco importa. Los hombres residen toda la vida en la casa de su madre donde representan la figura del padre con sus sobrinos. Lo que distingue a las uniones de los mosuo de los matrimonios que se celebran en otras sociedades tradicionales es que las relaciones pueden seguir un curso natural porque las mujeres no dependen de los hombres para conseguir ingresos.
Los Akan de Ghana. Son el grupo étnico predominante en esta zona de África. Las fundadoras de los clanes son mujeres, pero los hombres ocupan posiciones de liderazgo donde se espera que el hombre no solo apoye a su propia familia sino también a sus parientes femeninos. Ellas disfrutan de más poder, riqueza, prestigio e independencia de lo que parece en un primer momento. La palabra técnica para describirlo es ginocracia encubierta y es habitual en las sociedades de descendencia por línea materna.
Me doy cuenta de qué, existen entre todas ellas elementos comunes: apertura respecto a la sexualidad, conciliación e integración.
No está mal saber que nuestro origen como ser humano en su terminología abarcaba tanto al hombre como la mujer y que todas las imposiciones, prejuicios, roles de género han sido construidos precisamente por aquel que considerábamos igual. No en vano, ellos también se auto inculcaron ser voraces, fuertes, agresivos y no mostrar su lado sensible.
Miles de años más tarde observo mi alrededor y pienso que qué poco hemos evolucionado. Allá dónde mires, da igual la civilización y zona geográfica -salvo siete excepciones-, seguimos arrastrando lo erróneamente aprendido considerando que esos signos son los que nos diferencian y perpetrando en base a ellos discriminaciones y abusos totalmente aberrantes.
Son escalofriantes los datos actuales sobre abusos sexuales de mujeres y niñas que se perpetran cada año en el mundo; los matrimonios que se conciertan con niñas menores de doce años, las ablaciones que se siguen practicando; el porcentaje global de mujeres pobres o analfabetas; la absurda e injusta brecha salarial; la ausencia de equiparación de presencia de ambos sexos en las cúpulas directivas y de gobierno; la estúpida asignación de roles de género a unas y a otros; vocabularios sexistas; gestos cotidianos impregnados de absurdeces según seas hombre o mujer; la falta de visibilidad de las mujeres en los libros de texto que sirven de base de educación a nuestros hijos e hijas y claro ejemplo de ello se acredita en el libro Ángeles Caso denominado “Las olvidadas”, donde se pasea por los siglos anteriores al XIX y explica la vida de aquellas mujeres cuyas raíces intelectuales y creativas pudieron más que el mundo masculino que las rodeaban y pretendían su ocultación. De entre ellas, me quedo con la vida de Cristina de Pisan, hija del médico de Carlos V de Francia que fue la primera escritora profesional que se conoce y era poeta, historiadora y tratadista de asuntos políticos y morales, defensora a ultranza de los valores y virtudes de las mujeres que han pasado a la historia como la “Querella de las damas”; también con la rebeldía de Madame D‘ Aulnoy escritora de relatos y cuentos que vivió envuelta de amantes en contra del silencioso y decente mundo femenino, y con el interés que me suscita saber que retratos atribuidos a Antonio Moro o Tiziano eran en verdad de Sofonisma Anguissola que se formó nada menos que con el majestuoso Miguel Angel. Ana Caballé, la autora de “la vida escrita por las mujeres” explica que al preparar la obra (cuatro volúmenes) se dio cuenta de que el denominador común de las autoras estudiadas no era la especificidad de su lenguaje, sino las constantes e inmensas dificultades contra las que habían tenido que luchar.
Después de este breve y más que austero buceo entiendo un poco más de que va esto. Las mujeres también somos guerreras, valientes y fuertes. Somos brillantes mentalmente, intelectuales. Cuando nosotras llegamos al poder permitimos la libertad sexual y en nuestra gestión de los asuntos de gobernanza buscamos la conciliación y la integración. Existe menos violencia y menor agresividad. Buscamos el bien de la comunidad. Ahora entiendo porque el origen de la palabra felicidad es femenino. “El sexo fuerte (JAJA) simplemente nos tiene MIEDO”.
Así que: Desaprendamos de todo lo impuesto históricamente, culturalmente y socialmente. Sintámonos ser humano y orgullosas de nuestro sexo y de nuestras magníficas habilidades. No imitemos los graves errores de quién ha ostentado durante siglos y ostenta mayoritariamente hoy el poder, lleguemos a él para aplicar nuestras propias formas de hacer. No admitamos dogmas de fe. Asimilemos que la maternidad es, si se desarrolla, sólo una faceta más de nuestra vida, sin ser excluyente de las demás y, sobre todo, de nuestro intelecto. Denunciemos cualquier signo de injusticia sexista. Empecemos a aplicar ya desde nuestro propio hogar la corresponsabilidad.
Y, BRINDEMOS TODAS JUNTAS HOY POR SER MUJER.
Cristina Ogazón (5 marzo del 2020)
Abogada. Socia-directora de OGAZÓN RIVERA, ABOGADOS
Socia de ASODAME BPW Barcelona